En un mundo empresarial marcado por la incertidumbre, la disrupción tecnológica y la presión competitiva; la supervivencia de las organizaciones depende de su capacidad de transformarse sin dejar de operar con eficiencia. Este delicado equilibrio se conoce como ambidiestralidad organizacional: la habilidad de gestionar con excelencia el presente mientras se construye el futuro. No se trata de elegir entre operar o transformarse, sino de hacer ambas cosas al mismo tiempo. La ambidiestralidad organizacional está marcando la diferencia entre quienes prosperan y quienes desaparecen.
Las personas, el verdadero motor
Aunque la tecnología y los modelos de negocio captan gran parte de la atención, son las personas quienes habilitan la transformación. Edgar Schein (2010) enfatiza que la cultura organizacional —valores, supuestos y comportamientos compartidos— determina la capacidad de adaptación.
La transformación no ocurre por decreto ni por software: ocurre gracias a las personas. Son ellas quienes, con sus capacidades, su liderazgo y su resiliencia, hacen posible que la organización se adapte. Una estrategia brillante y la mejor tecnología fracasan si no hay un equipo comprometido detrás.
Estrategia, cultura y tecnología: tres pilares que no se pueden descuidar
La transformación sostenible tiene como base fundamental tres pilares. Descuidar uno de ellos incrementa el riesgo de fracaso:
- Estrategia: Como planteó Porter (1996), la ventaja competitiva depende de una dirección clara y sostenible. Sin embargo, definir la estrategia en un entorno incierto, como ocurre en nuestro país y en el mundo entero, es un ejercicio complejo. Implica visualizar el horizonte, tomar decisiones valientes y sostenerlas con coherencia. No se trata de contentarse con soluciones de corto plazo, sino de construir un camino hacia el futuro. El caso de Kodak es un gran ejemplo: inventó la cámara digital en 1975, pero no la integró a su estrategia por temor a canibalizar su negocio de rollos fotográficos. El resultado: bancarrota en 2012. Su error no fue tecnológico, sino estratégico, al no atreverse a avanzar hacia un futuro incierto, no decidir es la peor decisión.
- Cultura: La cultura es la que define si una empresa acelera o se frena frente al cambio. Nokia, que dominaba el mercado de celulares en 2007, no supo adaptarse al cambio cultural que exigían los smartphones. La lentitud y rigidez en la toma de decisiones costaron su liderazgo global. Una cultura que no evoluciona termina apagando la innovación.
- Tecnología: Adoptar nuevas tecnologías no garantiza éxito, pero ignorarlas suele ser letal, más en el mundo que vivimos. Blockbuster tenía todo para reinventarse, pero desestimó el potencial del streaming. Netflix sí apostó por lo digital y cambió para siempre la industria del entretenimiento. La lección es clara: la tecnología no espera a nadie.
Proyectos transformacionales: del discurso a la acción
La ambidiestralidad no vive en los discursos, sino en los proyectos. Según el Project Management Institute (2021), los proyectos estratégicos son el puente entre la visión y los resultados. Un portafolio equilibrado debe cuidar tanto la eficiencia operativa como la innovación transformacional. Si la empresa solo se enfoca en “apagar incendios” diarios, se quedará estancada; si solo mira al futuro, pondrá en riesgo su operación actual. Por tanto, dicho equilibrio garantiza que el presente no se sacrifique mientras se invierte en el futuro.
La valentía de definir el rumbo
Definir una estrategia clara es complejo, pero ineludible. Significa tomar decisiones valientes, aún sin tener todas las respuestas, y sostenerlas con coherencia. Y si no se tiene la claridad suficiente, buscar asesoría es válido. Lo que no es opción es detenerse o conformarse con una visión de corto plazo. En un mundo en constante disrupción, la inacción estratégica es el mayor de los riesgos.
Conclusión
La transformación empresarial no es un evento aislado: es un camino continuo. Requiere equilibrar la excelencia operativa con la innovación transformadora, apoyándose en personas, cultura, estrategia y tecnología. Si embargo, el punto de partida es la estrategia: definir hacia dónde se quiere ir, con valentía y convicción.
Las empresas que logren esa ambidiestralidad no solo sobrevivirán, sino que estarán listas para liderar el futuro. Porque la ventaja competitiva no reside únicamente en la innovación ni en la eficiencia, sino en la capacidad de hacer ambas cosas al mismo tiempo. Las personas son el núcleo, la cultura el cimiento, la tecnología la palanca y los proyectos el vehículo que convierte la visión en realidad.
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